Escrito por Rosa Mijangos
Es que es muy conflictivo (I)
La etiqueta de “conflictivo” se coloca a menudo, y con cierta ligereza; la verdad es que pesa pesa un montón: “es que es tan conflictivo que evito discutir con él”. “Es muy conflictiva, así que no creo que una mediación funcione con ella”. “Me tachan de conflictiva, me dicen que todas las discusiones las empiezo yo ….”
La mediadora americana Tammy Lenski hablaba hace poco de esto, poniendo los ejemplos de arriba, y explicando cómo, en su práctica como mediadora, había oído un sinnúmero de veces estos comentarios. A mí también me suenan, tanto en mi vida personal como en la profesional, y, como a ella (y como a todo el mundo, supongo), siempre que los escucho me hacen encogerme un poco.
Dejamos aparte, desde el principio, aquellos casos en los que nos encontramos ante alguien “realmente” conflictivo o violento, alguien con problemas, con una patología. Aquellos casos en que existe algún tipo de desorden afectivo, que da lugar a este tipo de actitudes, de manera muy marcada. Este post no va de eso.
Me refiero al manejo y colocación a otros, más o menos habitual, de la etiqueta “conflictivo”. Es que es tan fácil! Sólo parece tener ventajas ponérsela a aquellos con quienes disentimos, más o menos intensamente; no tiene coste, y nos sirve para eludir nuestra responsabilidad, utilizando una pantalla a la que intentamos atraer a simpatizantes con nuestra causa. Lo que quizá no se tenga en cuenta, es que una vez colgado el sambenito, quien lo recibe difícilmente puede defenderse, además de que no se lo podrá sacudir, o al menos no sin muchísima dificultad y haciendo esfuerzos muchas,veces inútiles, que no resultan. ¿La conclusión? El «conflictivo» intentará defenderse a toda costa, justificarse, y casi inevitablemente, se producirá una escalada en el conflicto que pueda haber. Y, no lo olvidemos, si somos nosotros, quienes ponemos la dichosa etiqueta, no sólo obtenemos ventajas. También pagamos un precio. El no considerar una oportunidad disentir con alguien “conflictivo”, supone muchas veces no afrontar un problema nuestro, y casi siempre generar dolor de manera irresponsable..
Si estás incómodo en medio de un conflicto, prefieres evitarlo, te pones fácilmente nervioso con las emociones que este (por pequeño que sea) hace salir, puede ser muy tentador considerar a la otra persona como altamente conflictiva. Hombre, dirás que comparado contigo, lo es, eso desde luego!!!! Colgarle la etiqueta reduce drásticamente la necesidad de explicar (a ti mismo y a los demás) que existe una brecha entre cómo actúa él, y lo que tú preferirías que sucediera.
Pero ¿es eso justo? ¿No sería mejor decir que él está más cómodo que tú en el conflicto, o que te estresa discutir con él porque no te manejas bien en esa situación, o incluso, que preferirías que el otro estuviera un poco menos cómodo, y tú más?
Conclusión: Sin ánimo de generalizar, parece conveniente no usar una etiqueta que provoca resistencia y sufrimiento, en vez de, de manera mucho más efectiva, esforzarnos (sí, hay que esforzarse) en explicar qué preferimos, o aclarar en qué somos distintos.
Seguiremos viendo ejemplos de mal uso de la nada inofensiva etiqueta.
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Muy sugerente. Gracias
Permíteme felicitarte, Rosa.
Sin duda tu artículo va directo al grano.
Creo que explica perfectamente el espejo que nos ofrece todo conflicto para mirarnos y cómo frecuentemente preferimos darle la vuelta para evitar reconocernos en actitudes y comportamientos que nos sonrojan.
Gracias por compartir tus reflexiones, aprendo mucho contigo, compañera.
Maribel Montero.
http://www.mediacionjaen.com
Muchas gracias, Maribel. Un abrazo